Publicado en Diario de Navarra y Plaza Nueva (16/1/2023)
Son tantas las leyes que se van aprobando en el Congreso que resulta difícil seguir la pista a todas. En lo que afecta al derecho de las familias a educar a sus hijos en libertad, en pocos días se ha reformado la ley para permitir que las menores con 16 y 17 años de edad puedan abortar sin consentimiento por parte de los padres. También se ha tramitado la ley trans, que sigue la misma línea permitiendo que los menores con 16 o más años de edad pidan el cambio de sexo sin el permiso paterno, sin aval judicial ni requisitos de ningún tipo (en el caso de los de 14 y 15 años los padres pueden participar, pero solo en calidad de asistentes).
El Tribunal Supremo ya determinó en 2009, a propósito de la asignatura “Educación para la Ciudadanía”, que ni la Administración educativa, ni los centros docentes, ni los profesores deben “imponer o inculcar, ni siquiera de manera indirecta, puntos de vista determinados sobre cuestiones morales que en la sociedad española son controvertidos”. Queda por tanto claro que en cuestiones como el concepto de familia, donde no hay consenso en la sociedad, los padres deben tener la última palabra. Además ¿Qué autoridad moral tiene el estado para erigirse en poseedor de la verdad? ¿Por qué esos 16 tipos de familia van a ser los que tienen que conocer nuestros hijos? Que por cierto vaya nombrecitos:
Biparental, monomarental o monoparental, joven, LGTBI homomarental y homoparental, con mayores necesidades de apoyo a la crianza, múltiple, reconstituida, inmigrante, transnacional, intercultural, en el exterior, retornada, en situación de vulnerabilidad, personas unidas en matrimonio, pareja de hecho y personas solas.
Este galimatías no persigue otra cosa que difuminar el concepto de familia, hasta el punto de que nadie entienda de lo que se trata. No creo que así se vaya a estimular mucho a que las nuevas generaciones tengan hijos, más aún cuando el concepto de familia numerosa ha desparecido. Si bien en la ley de las 16 familias hay un espacio para las medidas de conciliación y las ayudas económicas, y estas tienen su importancia, ya llevan desde hace tiempo pregonando este tipo de cuestiones sin lograr evitar que España se haya hundido hasta una tasa de natalidad del 1.19, el sexto peor país del mundo. Hacen falta medidas más eficaces, como las de Hungría, que ha logrado pasar en el mismo periodo de una tasa del 1.25 al 1.59.
Además, si el Estado español le muestra a las mujeres en situación vulnerable todo tipo de facilidades para abortar y prácticamente ninguna ayuda para seguir adelante con el embarazo, si se entromete cada vez más en la educación de nuestros hijos haciéndoles dudar hasta de quiénes son, si le quita la patria potestad a los padres con un entramado de leyes donde el derecho de las familias a educar y transmitir su proyecto vital es continuamente vulnerado, será difícil que las futuras generaciones se ilusionen con uno de los proyectos que más sentido dan a la vida, el de formar una familia.
También debería servir de reflexión que los treinta países del mundo con más tasa de natalidad sean africanos y que en Europa los colectivos que tienen más hijos no sean precisamente los más favorecidos económicamente, lo que demuestra que el tema de la familia es una cuestión más de tipo cultural, de valores, de tradición y también de religiosidad. Por tanto, conviene hacer un profundo análisis y pararse pensar hacia dónde nos está llevando la aplicación de la ideología antinatalista y de género por doquier en nuestro país. Todavía estamos a tiempo de revertir una situación que cada vez es más crítica.
Firmado: Ignacio Del Villar – secretario de FamiLiaE (Familias por la Libertad de Educación)
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