Publicado en Diario de Navarra y navarra.com (14/10/2020)
Hace ya unos cuantos años que se pretende limitar el papel que representan los padres como tutores y educadores de sus hijos. A menudo no nos damos cuenta porque este proceso se va gestando de manera progresiva. Nos calientan el agua de la ducha poco a poco para que no percibamos el cambio de temperatura. Con todo, de vez en cuando hay algún sobresalto en los medios, como cuando hace algo más de un año salieron a la palestra los famosos juegos eróticos de Skolae. Entonces nos pegamos una pequeña escaldada con el agua y nos damos cuenta de lo que está sucediendo. La semana pasada hubo dos noticias bastante significativas. La primera de ellas es la derogación de la reforma de ley del aborto que hizo el Partido Popular en 2015. En realidad aquella reforma fue un maquillaje de la ley que promulgó el Partido Socialista en 2009, pues tan solo se tocó la cuestión de que las menores de edad necesiten el permiso de sus padres para abortar.
Bueno, pues ahora vuelta a la carga. No debe hacer falta ese permiso porque, según palabras de la ministra de Igualdad, Irene Montero, “Nuestros cuerpos son nuestros, nosotras decidimos”. Habría que recordarle a la ministra que la ciencia ya ha demostrado hace muchos años que en el momento en que se juntan un óvulo y un espermatozoide se origina un ser humano diferente a la madre y al padre. Negar esta realidad es parecido a afirmar que la tierra es plana, que también se pueden encontrar en pleno siglo XXI individuos que abogan por el terraplanismo. De todo hay en la viña del Señor.
Pero vayamos al meollo de la cuestión. ¿Qué significa este afán por derogar la reforma de 2015? Pues se trata de minar aún más el papel de los padres como tutores de sus hijos. Es un mensaje dirigido a las nuevas generaciones en el que se les invita a que no se lo cuenten a los padres; que no confíen en ellos. Este mensaje va en línea con la famosa frase de la ministra de Educación, Isabel Celaá: “no podemos pensar de ninguna de las maneras que los hijos pertenecen a los padres”. Y así, entre el ministerio de Igualdad y el de Educación, les van haciendo la pinza a los padres, para que representen un papel cada vez menos relevante en la educación de los hijos. Aquí es donde entra en juego la segunda noticia que quería presentar. El Partido Socialista y Podemos, en relación a la tramitación de la nueva Ley de Educación, han vetado la presencia de representantes de la sociedad civil en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados. Esto sucede porque muchas asociaciones están siendo bastante críticas con esta nueva ley, que a través de las enmiendas que han presentado estos dos partidos políticos va a limitar aún más la libertad de elección de las familias. Diversos colectivos del ámbito educativo denuncian que se pretende “reforzar el criterio de zonificación; eliminar progresivamente los centros de educación especial; establecer actividades complementarias gratuitas y obligatorias con un posible contenido ideológico al margen del proyecto educativo del centro; suprimir el concierto de los centros de educación diferenciada; imponer valores no consensuados mediante una asignatura específica que parece una reedición de Educación para la Ciudadanía; e introducir determinadas líneas transversales (perspectiva e ideología de género, memoria democrática, etc.)”. A esto cabe añadir el trato discriminatorio a la asignatura de religión.
Pero todo ocurre porque, como dijo Edmund Burke, “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan nada”. Yo añadiría la coletilla de “Y para lograr que no hagan nada hay que tenerlos distraídos”. A ver cuándo nos levantamos todos del letargo en el que estamos sumidos.
Ignacio Del Villar, secretario de FamiLiaE (Familias por la Libertad de Educación)
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